Diáspora puertorriqueña en Estados Unidos: Su población y evolución histórica - EnciclopediaPR (2024)

Parada puertorriqueña en Nueva York (2006) / Sean Elliot

En 2018 la población puertorriqueña en Estados Unidos alcanzó los 5.8 millones de acuerdo a la Oficina del Censo federal. Mientras tanto la población en Puerto Rico disminuyó a alrededor de 2.8 millones; una reducción de casi un millón de personas, si se compara a la población de 3.7 millones reportada en 2010. Se espera que la información oficial del censo decenal del 2020 no sea muy diferente a los datos estimados de 2018.

En conjunto, las cifras mencionadas representan un fenómeno demográfico de gran interés ya que desde 2003, la población de la diáspora puertorriqueña en la nación estadounidense comenzó a sobrepasar a la población de la Isla. Los datos demográficos también indican que casi dos terceras partes de los puertorriqueños son parte de la diáspora y solamente una tercera parte reside en Puerto Rico. Es por esta razón que varios académicos describen a los puertorriqueños como una nación diaspórica.

El sorprendente cambio demográfico al que hacemos referencia se debe en gran parte a un aumento bastante notable en la migración boricua a la metrópoli estadounidense durante la década de 1990 y las dos primeras décadas del nuevo milenio (2000 al 2020). Estudiosos/as de la diáspora puertorriqueña se han referido al más reciente ciclo migratorio como la Migración del Nuevo Milenio (The New Millennium Migration; Acosta-Belén y Santiago 2018; Meléndez y Vargas-Ramos 2014).

El aumento del flujo migratorio puertorriqueño a Estados Unidos durante las décadas mencionadas ha sido estimulado por varios sucesos y condiciones socioeconómicas que han afectado a la población isleña y a la estadounidense. Entre ellos se encuentran: 1) La reducción progresiva de programas de exención contributiva entre 1996 y 2006, la cual provocó el éxodo de numerosas industrias estadounidenses establecidas en la Isla y un aumento considerable en sus tasas de desempleo; 2) La llamada Gran Recesión (2007 a 2008), la cual ocasionó una reducción de actividad económica que afectó la economía global y, por ende, la de Estados Unidos y, a su vez, limitó el crecimiento económico de la Isla durante ese periodo; 3) En el caso de Puerto Rico, su situación económica fue además agravada por la crisis fiscal de 2014 incitada por la devaluación de los bonos vendidos a inversionistas, el incumplimiento de pago de esa deuda en años subsiguientes, y una larga historia de repetidos déficits presupuestarios por parte de varias administraciones y agencias gubernamentales; 4) Por último, los efectos devastadores de los huracanes Irma y María en 2017 y de los numerosos terremotos ocurridos en la Isla durante el transcurso del año 2020. Esos desastres naturales agravaron la crisis económica y destruyeron buena parte de la infraestructura insular, además de causar la muerte de más de 3,000 personas y pérdidas cuantiosas al sector de empresas y pequeños negocios, y a las viviendas y los empleos de miles de familias afectadas. El aumento considerable del flujo migratorio a la nación estadounidense, también ha dejado a Puerto Rico con un alto porcentaje de población de 60 años o más, debido a que durante el nuevo milenio los migrantes tienden a ser más jóvenes y esto suscita reducciones en las tasas de fertilidad y de nuevos nacimientos en la Isla.

El crecimiento poblacional puertorriqueño en Estados Unidos durante el período de 1910 al 2018 se ilustra en el cuadro 1. Desde 1980, el censo estadounidense también agrupa a los puertorriqueños bajo la categoría de hispanos (Hispanics), denominación panétnica que se empezó a usar durante la década de 1970, y luego fue oficialmente adoptada por la Oficina del Censo y otras agencias federales. En 1990 el censo también empezó a usar el término latinos para identificar colectivamente a los habitantes de origen mexicano, puertorriqueño, cubano, y a la población procedente de España y de otros países de habla española en las regiones del Caribe, América Central y América del Sur. Los dos términos son utilizados comúnmente de manera intercambiable al referirse a esta misma población. Información del censo estima que la población latina/hispana alcanzó cerca de 60.6 millones en el año 2019; aproximadamente un 18.5% de la población de toda la nación estadounidense. Los habitantes de origen mexicano representan la mayoría de la población latina (cerca de 62% del total), seguidos de los puertorriqueños, quienes constituyen aproximadamente el 10%.

Cuadro #1

Diáspora puertorriqueña en Estados Unidos: Su población y evolución histórica - EnciclopediaPR (1)

Fuentes: Edna Acosta-Belén y Carlos E. Santiago, Puerto Ricans in the United States a Contemporary Portrait (Boulder: Lynne Rienner Publishers, 2018), Table 4.3, 98; U.S. Census 1910-2015; U.S. Census, American Community Survey 2018.

El cuadro # 2 indica que en 2018 cerca de 1.2 millones de boricuas residen en la Florida, estado que recientemente sobrepasó los 1.1 millones que residen en el estado de Nueva York. Desde comienzos de la presencia puertorriqueña en Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX y hasta el 2018, Nueva York fue el centro principal de asentamiento de los migrantes isleños. No obstante, desde las postrimerías del siglo XX, la dispersión geográfica de población puertorriqueña a otros estados, ciudades, y regiones de EE.UU. ha aumentado gradualmente y, en algunos casos, de manera significativa, en una variedad de antiguos y nuevos lugares de asentamiento. Cerca de medio millón de boricuas residen en cada uno de los estados de Pensilvania y Nueva Jersey; en los estados de Connecticut y Massachusetts, ya se acercan o sobrepasan los 300,000 habitantes. La presencia puertorriqueña también es bien marcada en algunas ciudades de los estados de Texas, California, e Illinois; estados donde esta población excede los 200,000 habitantes.

Cuadro #2Diáspora puertorriqueña en Estados Unidos: Su población y evolución histórica - EnciclopediaPR (2)

Fuente: U.S. Census, American Community Survey, 2018

Los primerosasentamientos: de la década de 1860 a 1898

Diáspora puertorriqueña en Estados Unidos: Su población y evolución histórica - EnciclopediaPR (3)

Vapor proveyó servicio de transporte de pasajeros entre Puerto Rico y New York (Archivos del Centro de Estudios Puertorriqueños, Hunter College, CUNY)

A menudo se piensa que la migración puertorriqueña es, en su mayor parte, un fenómeno de mediados del siglo XX. Si bien es cierto que la magnitud del éxodo masivo de puertorriqueños desde mediados de la década de 1940 a la de 1960—periodo conocido como la Gran Migración—aún no ha sido totalmente superada, la presencia puertorriqueña en la ciudad de Nueva York y algunas otras ciudades estadounidenses se remonta al siglo XIX. Esta presencia comenzó mucho antes de la Guerra Hispanoamericana (también (denominada Guerra hispano-cubana-estadounidense por varios estudiosos en décadas más recientes) y la invasión de la Isla en 1898, cuando España se vio forzada a ceder a Estados Unidos las islas de Cuba y Puerto Rico, además de sus restantes territorios coloniales.

Las nuevas reformas concedidas por la Cédula de Gracias de 1815 que el gobierno español introdujo en sus colonias, contribuyeron a la expansión de las relaciones comerciales de Puerto Rico con la nación estadounidense y el auge de la producción azucarera isleña desde la década de 1820 en adelante; relaciones que se intensificaron durante el transcurso del siglo XIX. Durante este periodo Estados Unidos se convirtió en el principal mercado de exportaciones del azúcar y sus productos derivados procedentes de la Isla y, a su vez, fue suplidor de numerosos productos para el consumo del País.

A diferencia de la mayoría de las colonias españolas en las Américas, las cuales para mediados de la década de 1820 se habían convertido en naciones independientes, Puerto Rico y Cuba no lograron liberarse del coloniaje español. Las autoridades coloniales españolas mantenían un ambiente de represión política en las dos Antillas, el cual limitaba la libertad de expresión y otros derechos civiles. Esta situación llevó al destierro a muchos patriotas antillanos de tendencias autonomistas o separatistas quienes abogaban por reformas al régimen colonial, mayor autonomía para gobernarse, o la total separación de las islas del dominio español. Numerosos simpatizantes o partidarios de esos sectores, quienes en su mayoría también abogaron por la libertad de la población afrodescendiente esclavizada, fueron forzados a marcharse de Puerto Rico y se refugiaron en varias ciudades europeas y estadounidenses. Félix Ojeda-Reyes (1992) ha llamado “peregrinos de la libertad” a los patriotas puertorriqueños desterrados durante este período. Por otro lado, comerciantes, profesionales, estudiantes y otras figuras del ámbito intelectual y político de la Isla también viajaban con frecuencia a EE.UU. durante el transcurso del siglo decimonónico. En aquella época, gran parte de la élite criolla puertorriqueña y de otros países del hemisferio americano veía a la nación del Norte como la representante máxima de los valores democráticos, el progreso, y la modernidad.

A los primeros asentamientos o barrios de puertorriqueños, cubanos, españoles y otras nacionalidades de origen hispano en ciudades estadounidenses durante el siglo XIX y principios del siglo XX se les llamó colonias. Durante estos años la presencia antillana e hispana prevaleció en Nueva York, Filadelfia, Nueva Orleáns, Tampa y Cayo Hueso. La trayectoria política de Puerto Rico y Cuba empezó a tomar un nuevo rumbo en 1868 cuando estallaron las insurrecciones del Grito de Lares (23 de septiembre) y el Grito de Yara (10 de octubre). El ejército español derrotó rápidamente a la insurgencia puertorriqueña, mientras que para Cuba este levantamiento fue el comienzo de su primera guerra de independencia (1868 a1878). En años siguientes, una de las pocas concesiones del gobierno español a las colonias fue la libertad de la población esclavizada de origen y descendencia africana en 1873 en Puerto Rico y siete años más tarde en Cuba, en 1880. La población esclavizada fue sumamente importante en la expansión de la producción y exportación azucarera a Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XIX y también participó en muchas otras labores en siglos anteriores cuando los estragos de la conquista y colonización española causaron una dramática disminución de la población taína. La persecución de los revolucionarios separatistas, la censura y multas a los periódicos que criticaban al régimen colonial, y otras formas de represión política puestas en marcha por gobernadores absolutistas enviados a Cuba y Puerto Rico durante el siglo XIX, contribuyeron a la formación de un exilio antillano y al desarrollo del nacionalismo cubano y puertorriqueño fuera de las islas, en el interior de la sociedad estadounidense.

Los revolucionarios puertorriqueños y cubanos establecieron organizaciones en el exilio para mantener viva la lucha por la liberación de las dos Antillas del régimen colonial español. Una de las primeras fue la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico, fundada en Nueva York en 1865, en la que se destacó el médico abolicionista y separatista puertorriqueño, José Francisco Basora (1832-c.1882). Vecino del pueblo de Mayagüez, Basora también participó en la fundación del periódico separatista “La Voz de América” (1865-1867) en la urbe neoyorquina. Fue amigo y correligionario del también médico caborrojeño Ramón Emeterio Betances (1827-1898), la figura más destacada del separatismo puertorriqueño durante esos años, y del abolicionista y revolucionario hormiguereño Segundo Ruiz Belvis (1829-1867). Betances y Ruiz Belvis se vieron obligados a marcharse de Puerto Rico en 1867 y viajaron a Santo Domingo, y luego a Nueva York, donde junto a Basora fundaron el Comité Revolucionario de Puerto Rico. Otro distinguido puertorriqueño que arribó a Nueva York desde España en 1869 para colaborar con la causa separatista fue, el también mayagüezano, Eugenio María de Hostos (1839-1903). Al poco tiempo de su llegada, Hostos formó parte del grupo editorial del periódico neoyorquino “La Revolución” (1869-1876) y empezó a difundir en ese vocero sus ideas sobre una futura federación antillana de naciones libres, que incluyera a Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana. Además expresó su desacuerdo con las ideas de aquellos separatistas que abogaban por la intervención de Estados Unidos en la lucha revolucionaria contra el coloniaje español y la anexión de las islas por parte de esta nación. La idea de la unidad antillana originada por Betances y compartida por Hostos, fue reiterada por Betances cuando desde su exilio en París emitió su famosa proclama “Las Antillas para los antillanos”, un grito de alerta a los separatistas del peligro de una intervención estadounidense en la lucha contra España y la posible anexión de sus colonias.

Una de las industrias que se convirtió en fuente importante de trabajo para los emigrantes cubanos y puertorriqueños en la nación estadounidense desde la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, fue la del tabaco. Numerosas fábricas y talleres de confección de cigarros se establecieron en Estados Unidos, especialmente en Cayo Hueso, Ybor City, Tampa y Nueva York durante esos años. La clase obrera artesanal de tabaqueros/as representaba un sector autodidacta ilustrado que, en aquella época empleaba lectores en sus lugares de trabajo, quienes leían a los trabajadores las noticias del día, además de obras clásicas del pensamiento social y político, y de la literatura mundial. Las lecturas eran seguidas de animadas discusiones entre los artesanos sobre el contenido de los textos leídos diariamente por el lector. Las insurrecciones de Lares y Yara, contribuyeron a que un gran número de trabajadores en esta industria apoyaran con sus donativos al movimiento separatista antillano en las ciudades indicadas.

El activismo político de los separatistas antillanos, tanto de la clase propietaria y profesional criolla como de la clase obrera artesanal, se aceleró en la década de 1880 con la llegada del patriota cubano José Martí a la ciudad de Nueva York. Luego de varios años de su exilio de su patria cubana y de sus diversos viajes y estadías en varios países europeos y del hemisferio americano, Martí se estableció en Nueva York en 1881 y se conviertió en uno de los portavoces principales de la lucha separatista por la independencia de Cuba. El líder también brindó su respaldo a los independentistas puertorriqueños. Durante las dos próximas décadas varios patriotas puertorriqueños confluyeron en Nueva York y colaboraron en el movimiento dirigido a ponerle fin al colonialismo español en las Antillas. Entre los más destacados se encuentran Sotero Figueroa (1851-1923) y su esposa Inocencia Martínez de Figueroa (1866-1957), Francisco Gonzalo “Pachín” Marín (1863-1897), Lola Rodríguez de Tió (1843-1924) y su esposo, el periodista Bonocio Tió (1839-1905), y Arturo Alfonso Schomburg (1874-1938). Figueroa, Marín y Schomburg eran miembros de la clase artesanal en Puerto Rico. Los dos primeros se habían destacado como tipógrafos y periodistas antes de marcharse al exilio. Marín, quien también era poeta, fue perseguido por las autoridades españolas por la publicación del periódico liberal “El Postillón”, el cual, poco después de su llegada a la urbe neoyorquina en 1891, tuvo una segunda corta vida como periódico separatista. Schomburg había trabajado como aprendiz en uno de los talleres tipográficos de San Juan y contaba con muchos amigos entre los artesanos, quienes facilitaron su traslado a Nueva York ese mismo año. La poeta Rodríguez de Tió y su esposo, ambos miembros de la clase propietaria e intelectual criolla, enfrentaron varios exilios, pasando la mayoría de sus años de destierro en Cuba, con estadías en Nueva York en 1892 y desde 1895 hasta 1898.

Las actividades de los “peregrinos de la libertad” lejos de su patria fueron sumamente importantes en el desarrollo del nacionalismo puertorriqueño, en lugares donde esta ideología no estaba sujeta al despotismo que las autoridades españolas mantenían en la Isla. Desde su llegada a Nueva York en 1889, Sotero Figueroa participó en el movimiento separatista antillano. Estableció la Imprenta América que publicó el periódico revolucionario “Patria” (1892-c.1898), fundado por Martí (Meléndez 2019). Figueroa fue administrador del periódico y autor de muchos de sus editoriales, además de publicar una serie de ensayos históricos sobre la lucha de los puertorriqueños por su independencia. Junto a Pachín Marín y otros, Figueroa fue además, fundador del grupo separatista Club Borinquen en 1892 y de la Sección de Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano en 1895. Su imprenta también publicó el periódico “Borinquen”, auspiciado por la Sección en 1898 y editado por el separatista-anexionista Roberto H. Todd (1862-1955). Schomburg sirvió por varios años como secretario de otra organización separatista, el Club Dos Antillas (1892-1898). Entre las décadas de 1900 y 1920 Schomburg, inspirado por su afrodescendencia caribeña y conexiones intelectuales y personales con la comunidad afroamericana y afrocaribeña en Nueva York, se dedicó de lleno a recopilar documentos sobre la historia de las poblaciones de origen y descendencia africana en diversas partes del mundo, y creó una colección muy valiosa que fue adquirida en 1926 por una de las bibliotecas sucursales de la la ciudad. En 1972 la colección fue designada parte del sistema de bibliotecas de investigación de la Biblioteca Pública de Nueva York, fecha en que se estableció el Centro Schomburg para la investigación de la cultura negra.

Desde el exilio, los poemas revolucionarios escritos por Lola Rodríguez de Tió sirvieron de inspiración a la causa separatista. Sus memorables versos “Cuba y Puerto Rico son/ de un pájaro las dos alas/ reciben flores o balas/ sobre el mismo corazón” reforzaron la idea de la unidad antillana en la lucha por la libertad. Junto a Inocencia Martínez de Figueroa y Aurora Fonts, esposa del destacado general puertorriqueño y veterano de las dos guerras de independencia cubana, Juan Rius Rivera (1848-1924), Rodríguez de Tió fue cofundadora en Nueva York del Club Mercedes Varona y el Club Hermanas de Rius Rivera. Estas organizaciones de mujeres revolucionarias se dedicaron a recaudar fondos y a enviar ropa y medicamentos a los combatientes en la maleza pantanosa de la manigua cubana durante la segunda guerra de independencia iniciada en 1895. Concluyó esta guerra con la invasión de Cuba y Puerto Rico en 1898 y el traspaso a Estados Unidos de las colonias españolas en las Antillas, además de aquellas localizadas en el océano Pacífico—la isla de Guam (Guaján) y el archipiélago de las Islas Filipinas, conocido desde su independencia en 1946 como la República de Filipinas.

La invasión estadounidense, crecimiento de comunidades en la diáspora

Diáspora puertorriqueña en Estados Unidos: Su población y evolución histórica - EnciclopediaPR (4)

Postal publicitaria de las rutas de viajes en vapor de la New York & Porto Rico Steamship Co. en 1900. (Archivos del Centro de Estudios Puertorriqueños, Hunter College, CUNY).

La invasión estadounidense y la nueva condición legal de territorio no incorporado adjudicado a Puerto Rico bajo la Ley Foraker de 1900 desempeñaron un papel muy importante en el aumento de la migración puertorriqueña a la nueva metrópoli. Desde comienzos del nuevo régimen colonial, los gobernadores estadounidenses enviados a la Isla promovieron el flujo migratorio de trabajadores agrícolas a lugares fuera del País para tratar de aliviar la pobreza que afligía a la mayoría de su población. Los efectos del huracán San Ciriaco en 1899 fueron desastrosos para el sector agrícola y agravaron el desempleo y las pésimas condiciones sociales y económicas. El uso de la migración como “válvula de escape” para proveer mano de obra barata a las empresas agrícolas e industriales estadounidenses y tratar de reducir los problemas de desempleo y pobreza en Puerto Rico, fue una de las iniciativas del nuevo régimen que a la larga se convirtió en política y práctica gubernamental muy común en décadas posteriores.

Una de las primeras decisiones de la nueva administración colonial fue promover la migración coordinada de boricuas contratados para trabajar en las plantaciones de azúcar en las Islas del Hawaii entre 1900 y 1901. Estas islas habían sido anexadas por Estados Unidos en 1898, después de una insurrección que derrocó al reino hawaiano establecido por su población aborigen. La insurrección fue en parte instigada por el interés estratégico de la nación estadounidense en mantener una base naval y un puerto en el Pacífico cercano a la región asiática, y proteger a las empresas azucareras establecidas allí. Su anexión fue también una continuación de una larga historia y política de expansionismo territorial y militar estadounidense que se inició con la conquista de territorios pertenecientes a las comunidades indígenas que comenzó con el establecimiento de las trece colonias británicas en América del Norte en 1607 y continuó después de su declaración de independencia (1776) y el nacimiento de la nueva nación estadounidense (1789). Las guerras con las naciones indígenas continuaron de manera intermitente hasta 1924 y diferentes tribus fueron confinadas a numerosas reservaciones indígenas desde mediados del siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XX. La empresa de extensión territorial en el continente continuó durante la Guerra méxico-americana (1846 a 1848) y la anexión de territorios del suroeste que pertenecían a la nación mexicana, y se extendió nuevamente, medio siglo más tarde, al concluir la Guerra Hispanoamericana y el traspaso de las colonias españolas de Ultramar en las Antillas y el Pacifico a Estados Unidos en 1898.

Entre 1900 y 1901, un grupo de 114 puertorriqueños, muchos acompañados de sus familias, fueron transportados en barco hasta el puerto de Nueva Orleáns y de ahí viajarían en tren hasta San Francisco, donde tomarían otra embarcación hacia las Islas de Hawaii. Huyéndole al largo viaje, un número de puertorriqueños decidieron quedarse en Nueva Orleáns o San Francisco, y se establecieron en estas ciudades a principios del siglo XX. El Club Puertorriqueño de San Francisco, fundado en 1912, es una de las pocas indicaciones de la presencia puertorriqueña en esa ciudad durante esos años. Las migraciones a Hawaii duraron poco más de un año e incluyeron a más de 5,000 personas, aunque casi dos décadas más tarde se continuó por un breve periodo la práctica de llevar trabajadores a esas islas. En 2018 el censo federal estimó que la población de descendencia puertorriqueña en Hawaii era cercana a 48,000 habitantes. Varias organizaciones fueron creadas en esas islas durante el siglo XX para documentar y destacar la presencia puertorriqueña. Una de ellas es la Puerto Rican Heritage Society of Hawaii establecida en 1983 por la fallecida historiadora de ascendencia puertorriqueña-hawaiana Blase Camacho Souza.

El régimen estadounidense en Puerto Rico también fomentó el traslado de otros trabajadores puertorriqueños y su a diversas ciudades de Estados Unidos para trabajar principalmente en industrias agrícolas, manufactureras, y de servicios. Esa fue una manera eficaz de proveer una fuente de mano de obra a bajo costo para la economía de Estados Unidos, que durante esos años se encontraba en proceso de expansión. Tanto hombres como mujeres fueron reclutados para laborar en ocupaciones que en su mayoría pagaban bajos o moderados salarios. Obreros puertorriqueños también fueron contratados para trabajar en plantaciones y centrales azucareras controladas por capital absentista estadounidense con intereses en Cuba y la República Dominicana durante las primeras décadas del nuevo régimen; otros fueron contratados para trabajos en México y Ecuador. Un factor que contribuyó grandemente a la migración de principios del siglo XX, fue el deterioro de la economía mercantilista del régimen español y de la producción cafetalera isleña, que poco después de la ocupación estadounidense, fue reemplazada por una economía capitalista agraria dominada por la producción azucarera y la compra o arrendamiento de grandes extensiones de terreno por corporaciones estadounidenses y por un número de criollos adinerados, terratenientes y dueños de centrales. La industria del tabaco fue mayormente controlada por corporaciones estadounidenses durante este periodo. Por otro lado, la disminución en la producción de las diversas haciendas azucareras y cafetaleras locales causó serias alzas en el desempleo del campesinado puertorriqueño, y forzó a muchos hacendados criollos a la quiebra o a vender sus terrenos.

La Ley Jones de 1917, con la cual el Congreso decretó la ciudadanía estadounidense para los puertorriqueños, tuvo un impacto notable en el aumento de la migración a esa nación. La gran mayoría de los migrantes procedentes de la Isla durante estos años se estableció en Nueva York en las áreas del astillero naval de Brooklyn y Chelsea en el Bajo Manhattan, además del este de Harlem que pasó a conocerse con el nombre de El Barrio o el Harlem Hispano. Esta época de desarrollo de la comunidad puertorriqueña neoyorquina, durante las primeras décadas del siglo XX, se conoce como la migración de los/as pioneros/as, y ha sido documentada en las “Memorias de Bernardo Vega” (1977), obra de publicación póstuma basada en una versión editada del manuscrito de este tabaquero puertorriqueño de Cayey que emigró a Nueva York en 1916. Por un par de años, Vega también fue dueño y editor del periódico obrero “Gráfico” (1926-1931), otra valiosa fuente de información sobre las condiciones que enfrentaban los migrantes puertorriqueños durante esa época. La historia de la comunidad neoyorquina ha sido también documentada en el libro “From Colonia to Community: The History of Puerto Ricans in New York City” de Virginia Sánchez Korrol (1994).

Otro pionero puertorriqueño procedente de Cayey fue Jesús Colón, pueblo donde se crió rodeado de los talleres y fábricas de cigarros y de la cultura artesanal tabaquera. Colón arribó a Nueva York en 1918 y también dejó constancia de sus experiencias como migrante de la clase obrera en búsqueda de empleo. Después de ejercer varios oficios manuales, decidió graduarse de escuela superior y tomar algunos cursos universitarios. En los años siguientes, escribió numerosos artículos publicados en el periódico obrero “Justicia” en Puerto Rico y en el semanario neoyorquino “Gráfico” durante la década de 1920 y el periódico obrero “The Daily Worker” (años más tarde, “The Worker” y “The Daily World”) entre 1955 y 1968. También colaboró con varias otras publicaciones progresistas en español y en inglés de la ciudad de Nueva York. Colón además publicó el libro de crónicas “A Puerto Rican in New York and Other Sketches” (1961). En éste recoge numerosas anécdotas y relatos sobre sus experiencias como mulato puertorriqueño de origen proletario, tratando de sobrevivir en una sociedad azotada por el racismo y la segregación. De publicación póstuma son las memorias de su hermano, Joaquín Colón (1889-1964), quien vivió en Nueva York desde 1917 al 1964. Su libro “Pioneros puertorriqueños en Nueva York, 1919-1947 (2002), corrobora el sentido de solidaridad y lucha que compartían muchos de los migrantes que arribaron a la urbe neoyorquina durante las primeras décadas del siglo XX; en su mayoría trabajadores/as del sector tabaquero procedentes de áreas rurales o semiurbanas, y un grupo más reducido de profesionales. Provee además valiosa información sobre las diferentes organizaciones de base que se crearon para defender los derechos civiles y abogar por mejores condiciones sociales, económicas y educativas para la comunidad puertorriqueña e hispana. Durante los años de la Gran Depresión (1929 a 1933) la migración puertorriqueña aminoró su porcentaje de crecimiento entre las décadas de 1930 y 1940, pero éste aceleró nuevamente en 1950 (Cuadro # 1).

En 1917, la compra de las Islas Vírgenes a Dinamarca por parte de Estados Unidos facilitó la migración puertorriqueña a la isla vecina de Santa Cruz (Saint Croix) para trabajar en fincas agrícolas y ganaderas. El flujo migratorio entre las islas de Vieques y Santa Cruz aumentó en décadas posteriores. El mayor éxodo ocurrió a principios de la década de 1940 cuando Estados Unidos expropió casi dos terceras partes de la isla de Vieques para establecer una base naval de entrenamiento forzando a miles de viequenses a conseguir empleos en la industria azucarera de Santa Cruz; sector que decayó en Puerto Rico durante la industrialización de la Isla a mediados del siglo XX. En el 2000, un total de 7,357 puertorriqueños residían en Santa Cruz. Estos residentes a menudo se identifican como Puerto Crucians.

La Gran Migración: las décadas de 1940 y 1950

Diáspora puertorriqueña en Estados Unidos: Su población y evolución histórica - EnciclopediaPR (5)

Pasajeros viajando en avión a Nueva York durante el periodo de la Gran Migración (Archivos del Centro del Centro de Estudios Puertorriqueños, Hunter College, CUNY)

Mientras la sociedad puertorriqueña se transformaba y modernizaba en la década de 1950, como consecuencia del programa de industrialización conocido como Operación Manos a la Obra, el desarrollo industrial a su vez provocó el desempleo y deterioro de la economía agrícola y aceleró la migración masiva a Estados Unidos; patrón que continúa hasta nuestros días. Las nuevas industrias establecidas en Puerto Rico por inversionistas estadounidenses durante esa época no fueron suficientes para satisfacer las necesidades de empleo causadas por el rápido deterioro del sector agrícola. Se argumentaba, además, que Puerto Rico era una isla sobrepoblada y de pocos recursos naturales. Estos factores contribuyeron a que el gobierno insular fomentase la migración a Estados Unidos de manera extraoficial como una estrategia para reducir el desempleo y la pobreza. Por otro lado, la migración de trabajadores boricuas aumentó la mano de obra disponible para sostener diversos sectores de la economía estadounidense.

La llamada Gran Migración que se desató mayormente durante las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial que llegó a su fin en 1945, tuvo su mayor impacto en la ciudad de Nueva York, pero también hubo un notable aumento de población puertorriqueña en Chicago, Filadelfia, Newark y otras áreas de Nueva Jersey, y del noreste y medio oeste de Estados Unidos durante las décadas de 1950 y 1960. Para ayudar a los migrantes en su proceso de transición y adaptación a la sociedad estadounidense, el Gobierno de Puerto Rico creó la Oficina de Migración en 1948, el comienzo de lo que poco después sería la División de Migración que estableció oficinas en San Juan, Nueva York, Chicago, y otras ciudades y regiones de la nación a donde eran dirigidos muchos de los trabajadores que llegaban de la Isla. La División de Migración ofrecía información sobre empleos, vivienda y servicios sociales, además de auspiciar proyectos de difusión cultural y clases de inglés para los trabajadores que no podían comunicarse en ese idioma. La migración fue también facilitada por el transporte aéreo, el cual se inició en Puerto Rico en 1950. La introducción de los aviones de propulsión a chorro (jets) en la década de 1960, acortaron de manera considerable las horas del traslado aéreo a Estados Unidos. La administración gubernamental incluso negoció con las líneas aéreas tarifas a bajo costo para facilitar el movimiento a Estados Unidos. Desde entonces, este puente aéreo entre la Isla y la metrópoli ha facilitado el movimiento continuo de puertorriqueños/as así como el mantenimiento de lazos estrechos con su nación de origen o descendencia. La metáfora de “la guagua aérea” es hoy en día parte de nuestro vernáculo para describir el “ir y venir” de población entre Puerto Rico y el territorio estadounidense. La metáfora se refiere al título de un relato del escritor puertorriqueño Luis Rafael Sánchez, publicado en 1983, y luego convertido en película en 1993.

Las condiciones socioeconómicas de la diáspora puertorriqueña no fueron muy favorables durante la mayor parte del siglo XX. Aunque un buen número de migrantes boricuas pudieron conseguir empleo y establecerse en Nueva York y otras ciudades durante los años de la Gran Migración y enviar remesas a sus familiares en la Isla, un sector considerable de esta población se enfrentó a altos niveles de pobreza, desempleo y subempleo. Además padeció bajos niveles educativos, altas tasas de deserción escolar, pésimas condiciones de vivienda, aumento en el número de mujeres a cargo de familias de bajos ingresos, y un panorama general de oportunidades limitadas debido en gran parte a los prejuicios raciales y étnicos prevalecientes en la sociedad estadounidense. Otro factor que contribuyó a los altos niveles de pobreza fue el deterioro de la manufactura en la ciudad de Nueva York y su crisis fiscal durante la década de 1970. Este sector industrial fue por muchos años una fuente de empleo muy importante para la población puertorriqueña, en particular, las mujeres que laboraban en la industria de la confección de ropa. Por lo general, las industrias de manufactura mudaron su producción a otros países donde la mano de obra era menos costosa que en Estados Unidos. Debido a la reducción masiva del empleo en una gran diversidad de fábricas y sectores industriales, los/as puertorriqueños/as empezaron a mudarse de la ciudad de Nueva York a otros estados y regiones del país en las décadas subsiguientes.

Una de las celebraciones culturales más conocidas iniciadas por la población puertorriqueña en la urbe neoyorquina ha sido el Desfile Puertorriqueño (desde 1996, National Puerto Rican Parade), iniciado en 1959 para indicar el crecimiento y el espíritu y orgullo comunitario de esta población. Desde entonces, el Desfile o Parada promueve las diversas instituciones y organizaciones boricuas, su presencia social, económica, cultural y política en la ciudad de Nueva York, y diferentes aspectos del legado histórico forjado por la diáspora puertorriqueña en EE.UU.. En el nuevo milenio esta celebración ha atraído multitudes de más de un millón de personas de diversas razas y culturas que se congregan a lo largo de su ruta tradicional de la Quinta Avenida entre las calles 42 y 49, o sintonizan la transmisión del Desfile por televisión. Representantes del gobierno y los diferentes municipios de la Isla asisten anualmente a esta celebración. Varias comunidades puertorriqueñas en otras ciudades de Estados Unidos han organizado sus propios desfiles o paradas, festivales, o celebran tradiciones culturales boricuas en días festivos del año (por ejemplo, Día de Reyes, Fiestas de la calle San Sebastián, Dia de San Juan).

Nuevos patrones migratorios

Diáspora puertorriqueña en Estados Unidos: Su población y evolución histórica - EnciclopediaPR (6)

El Desfile Nacional Puertorriqueño en la ciudad de Nueva York

Una creciente dispersión geográfica distingue la migración puertorriqueña desde la década de 1990, tendencia que continúa en la década del 2020. La proporción de su población en Nueva York ha disminuido de manera considerable desde entonces. La crisis económica de la ciudad de Nueva York a mediados de 1970 fue un factor muy importante en la decisión de muchos/as puertorriqueños/as de trasladarse a otros estados y ciudades, y además suscitó un aumento en la migración de retorno a la Isla durante esos años. Muchas familias puertorriqueñas que regresaron a Puerto Rico durante ese periodo se establecieron en el área metropolitana del País. Sin embargo, la población de la diáspora que había alcanzado la cifra de 1.4 millones en 1970, aumentó a poco más de 2 millones en 1980. Su crecimiento subió a 2.6 millones en 1990 y, desde entonces ha sido mucho más marcado, ya que la población de la diáspora se duplicó entre 1990 y mediados de la segunda década del nuevo milenio (año 2015), cuando alcanzó una cifra de 5.3 millones. Desde entonces, estimados del censo también indican que aumentó a cerca de 5.8 millones en 2018 (Cuadro #1).El Cuadro # 2 indica que en 2018 alrededor de 1.2 millones de puertorriqueños residen en la Florida. Dicho estado recientemente sobrepasó los 1.1 millones que residen en Nueva York. Desde comienzos de la presencia boricua en Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XIX y hasta el año 2018, Nueva York fue el centro principal de asentamiento de los migrantes boricuas. No obstante, desde 1990, la dispersión geográfica de población puertorriqueña a otros estados, ciudades y regiones ha aumentado de manera gradual y, en algunos años, de manera significativa en una mayor variedad de nuevos y antiguos lugares de asentamiento. En el 2018, cerca de medio de millón (500,000) de esta población residía en cada uno de los estados de Pennsylvania y Nueva Jersey. En los estados de Connecticut y Massachusetts, ya se acercan o sobrepasan 300,000 habitantes. La presencia de los puertorriqueños también es muy marcada en algunas ciudades de Texas, California, e Illinois; estados en que esta población excede los 200,000 habitantes. En Ohio, Carolina del Norte, Virginia, y Georgia ya sobrepasan los 100,000 habitantes.

La población de la diáspora ha enfrentado sus propias luchas por su sobrevivencia y el bienestar y desarrollo de sus diversas comunidades, especialmente durante el movimiento de derechos civiles que adquirió mayor visibilidad en la sociedad estadounidense durante las décadas de 1960 y 1970. Por lo general, este movimiento se asocia a las luchas de la población afroamericana, que en aquella época sobrepasaba la población de otros grupos minoritarios etnoraciales. En la historia de la diáspora este periodo se conoce como el movimiento puertorriqueño (Puerto Rican Movement), después de su introducción en la colección de ensayos, “The Puerto Rican Movement: Voices of the Diaspora” (1998), editada por los estudiosos académicos Andrés Torres y José E. Velázquez. El activismo puertorriqueño durante ese periodo contribuyó a la creación de varias organizaciones que se distinguieron en estas luchas comunitarias. Entre ellas, se encuentran ASPIRA, institución que promueve el desarrollo educativo de la juventud puertorriqueña, fundada en 1961 por la líder comunitaria Antonia Pantoja, y el Puerto Rican Legal Defense and Education Fund (PRLDEF; Fondo puertorriqueño para la defensa legal y educativa), organización establecida en 1972 que cambió su nombre a LatinoJustice PRLDEF en 2008. PRLDEF fue responsable de llevar a las cortes varios casos para proteger los derechos y el bienestar de los puertorriqueños/as y otros latinos/as en Nueva York, especialmente los inmigrantes. En 1974, ambas organizaciones ganaron el caso que forzó a la Junta Escolar de la Ciudad de Nueva York a ofrecer programas de enseñanza bilingüe para los hijos de migrantes con manejo limitado del inglés.

Una de las organizaciones más politizadas y radicales durante el movimiento puertorriqueño fue la de los Young Lords; agrupación que presionó a los gobiernos municipales de Chicago, Nueva York, Filadelfia, y otras localidades a prestar más atención a la sanidad pública de las comunidades y sus problemas de vivienda, y a proveer mayor acceso a los servicios de salud. También abogaron por reformas curriculares en las escuelas públicas de la comunidad, mejoras a los servicios de comedores escolares, y aumentos de personal docente, así como nombramientos de puertorriqueños /as administradores escolares. La organización se inició en Chicago en 1969 cuando un grupo de jóvenes puertorriqueños fue estimulado por miembros del grupo afroamericano, las Panteras Negras, a participar en las luchas de derechos civiles y por la preservación y bienestar de sus comunidades, además de combatir el racismo y otras desigualdades. La organización concentró sus esfuerzos en concientizar a la población de estas comunidades sobre las raíces y propósitos de estas luchas. El capítulo de Nueva York también participó en las campañas en favor de la independencia de Puerto Rico y la liberación de los presos políticos, en su mayoría nacionalistas encarcelados en prisiones federales desde la década de 1950. Por un corto tiempo, los Young Lords establecieron un capítulo en Puerto Rico y también denunciaron la condición colonial de la Isla, el servicio militar obligatorio y la Guerra de Vietnam.

En general, las condiciones socioeconómicas y educativas de la población puertorriqueña han mejorado desde la década de 1990 y hay claras indicaciones del crecimiento de una clase media entre los residentes de la diáspora. La mayoría de esta población ahora trabaja en los sectores de servicio, transporte y ventas al por menor, además de ejercer ocupaciones profesionales. En 1970, solamente alrededor de 2% de esta población había completado un grado universitario o grados más avanzados. Esa cifra aumentó a alrededor de 5.6% en 1980 y 10% en 1990. Desde entonces, ese porcentaje ha seguido aumentando, alcanzando casi un 19% en el 2015.

La participación laboral de la población de la diáspora fue de 61.9% en 2015, no muy distante del porcentaje de la población total de la nación estadounidense (63%). El ingreso medio de sus hogares subió de 12,631 dólares en 1980 a 57,737 en 2015; todavía bastante por debajo del ingreso de la población total de la nación (78,369), aunque comparable al ingreso familiar de la población latina/hispana (59,859) y un poco mayor que el de la población afroamericana (51,477).

El mejoramiento de algunas de estas condiciones se debe también en parte al activismo de los ciudadanos de la diáspora en defensa de sus derechos y la denuncia de injusticias que perduran y entorpecen el bienestar y la prosperidad de sus comunidades. Desde el comienzo de su llegada a Estados Unidos, los boricuas empezaron a crear sus propias organizaciones para fomentar el desarrollo de sus comunidades, adelantar sus intereses y lograr mayor igualdad de oportunidades, además de estimular la participación y representación política de sus residentes. Crearon, además, diversas organizaciones para promover su cultura, su legado histórico, las relaciones sociales, y la recreación. Por lo general, el progreso socioeconómico y educativo ocurrido entre las décadas de 1980 y 2015 tiene sus altas y bajas, y no es tampoco uniforme entre la población puertorriqueña que reside en diferentes estados o ciudades. Por otra parte, todavía no se pueden predecir con certeza los efectos sociales y económicos de la pandemia de 2020 y 2021 en los índices de pobreza de las diferentes comunidades de la diáspora. Tampoco se puede pronosticar si continuarán los altos niveles de migración a Estados Unidos durante el transcurso del 2021 y años subsiguientes; o si habrá un posible aumento en la migración de retorno al País. Lo que queda claro según los datos demográficos es que todavía prevalecen notables desigualdades en las tasas de ingreso, empleo y desempleo, y niveles educativos entre la población blanca estadounidense y la población puertorriqueña y la de otros grupos etnoraciales. El término “population of color” (población de color) es de uso común en la sociedad estadounidense para describir colectivamente a estos grupos.

Por otro lado, el aumento poblacional en los estados de Florida, Connecticut y Massachusetts, y la proporción de puertorriqueños/as en otros estados y ciertas ciudades en los estados indicados, ha sido muy evidente desde las décadas de 1990 al 2020. En 2018 los estimados del censo indicaron que entre las diversas nacionalidades que forman parte del conjunto de población latina/hispana (un total de 2.5 millones) que reside en la ciudad de Nueva York, los puertorriqueños y los dominicanos representan más de la mitad de ese total. La población puertorriqueña y dominicana en la urbe neoyorquina es aproximadamente 700,000 personas (o 29% del total) para cada uno de estos dos grupos. Otras ciudades han tenido un aumento sorprendente en su concentración poblacional puertorriqueña. Por ejemplo, casi un 37% de la población del condado de Hartford, Connecticut es de origen puertorriqueño. En los condados de Orange y Osceola, localizados en la parte central de Florida, los cuales incluyen a las ciudades de Orlando y Kissimmee, respectivamente, casi el 29% de toda la población puertorriqueña del ese estado eran residentes de esos condados en el año 2018. Este crecimiento poblacional también ha sido notable desde la década 1990. Desde entonces, diez estados han tenido un aumento evidente en su población puertorriqueña. Entre ellos se encuentran Florida, Pennsylvania, Nueva Jersey, Connecticut, Massachusetts, Texas, Ohio, Georgia, Virginia, y Carolina del Norte (Cuadro # 2).

Otro aspecto importante de los patrones migratorios entre los puertorriqueños es el continuo flujo de la migración circular o de “puerta giratoria” (revolving door) que mantiene un constante “ir y venir” o “vaivén” entre la Isla y Estados Unidos. Las referencias a una “guagua aérea”, o la noción de una “nación viajera” (a commuter nation), se utilizan con frecuencia para caracterizar la migración puertorriqueña a la metrópoli estadounidense. La existencia de estos patrones migratorios le brinda continuidad y fortalece la presencia constante de una primera generación de migrantes de la Isla que convive con las diversas generaciones de personas de ascendencia y descendencia boricua nacidos o criados en Estados Unidos.

Estudios puertorriqueños en universidades estadounidenses

Diáspora puertorriqueña en Estados Unidos: Su población y evolución histórica - EnciclopediaPR (7)

Logo del Centro de Estudios Puertorriqueños en Hunter College / centropr.hunter.cuny.edu

Dentro del ámbito académico estadounidense, el surgimiento de programas de estudios puertorriqueños durante la década de 1970 en colegios y recintos universitarios afiliados a los sistemas de la ciudad y el estado de Nueva York (City University of New York, CUNY; State University of New York, SUNY), y además al sistema de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey, fue parte de las luchas y los logros del movimiento puertorriqueño y una fuerza motriz indispensable en promover la enseñanza y las investigaciones sobre la diáspora y sobre la nación puertorriqueña. Más de medio siglo desde que surgieron los programas y departamentos de estudios puertorriqueños, la mayoría en la década de 1970, muchos de ellos todavía perduran en el año 2021. En 1994, la Universidad de Connecticut en Storrs también estableció un Instituto de Estudios Puertorriqueños y Latinos. Algunos de estos programas se han unido o han sido incorporados a otras unidades académicas; mayormente a programas/departamentos/centros de estudios latinos, latinoamericanos, caribeños, o de estudios étnicos.

El establecimiento del Centro de Estudios Puertorriqueños (Centro) en el año académico 1973-74 en Hunter College, CUNY, ha sido de suma importancia en la creación de una biblioteca y archivos históricos que documentan la migración puertorriqueña a la urbe neoyorquina y a otras ciudades estadounidenses. El Centro se ha convertido en el recurso principal para investigadores de la diáspora que residen en Estados Unidos, Puerto Rico y otros países. También auspicia innumerables proyectos educativos y culturales dirigidos a la comunidad boricua y otros públicos.

Poco más de dos décadas desde el surgimiento de los estudios puertorriqueños como un campo de estudios y de investigación académica enfocados en la presencia y las experiencias de la población puertorriqueña en Estados Unidos y en la formación de la diáspora, la fundación de la Asociación de Estudios Puertorriqueños (Puerto Rican Studies Association; PRSA) en 1992, creó un nuevo espacio para la discusión y difusión de nuevas investigaciones académicas, el desarrollo de redes de colaboración entre los académicos de la diáspora y de la Isla, y para que otros profesionales y activistas dedicados al trabajo comunitario o individuos que laboran en la formulación de políticas públicas, compartan sus diversas experiencias con sus pares, estudiantes, y el público en general.

Las luchas educativas de la población puertorriqueña también contribuyeron al establecimiento de instituciones de enseñanza superior en la ciudad de Nueva York. Desde su fundación en 1968, Hostos Community College, afiliado al sistema de CUNY y localizado en la comunidad del Sur del Bronx (South Bronx), ha sido indispensable como una puerta de entrada a la educación superior para estudiantes puertorriqueños, dominicanos y de otras nacionalidades, interesados en completar grados asociados de dos años en una variedad de ocupaciones o carreras, o que desean en el futuro continuar sus estudios y completar grados universitarios más avanzados en otras instituciones. En 1972, líderes comunitarios y académicos puertorriqueños también contribuyeron a la fundación de Boricua College (Colegio Boricua), entidad privada que ofrece grados asociados, de bachillerato y maestría, y promueve la enseñanza universitaria bilingüe en sus recintos en Manhattan, el Bronx y Brooklyn.

Las identidades culturales de la diáspora

Según encuestas del censo de 2018, el 69% de todos los puertorriqueños de la diáspora nacieron en Estados Unidos. Esta cifra indica que varias generaciones de puertorriqueños/as conviven con los migrantes recién llegados de Puerto Rico. Las generaciones nacidas y criadas en el Norte han encontrado diversas maneras de construir, definir, afirmar y navegar su sentido de identidad puertorriqueña, y sus lazos identitarios o su grado de asimilación a la cultura anglosajona o a otras culturas de su entorno social, étnico y racial. La afirmación de su puertorriqueñidad, junto a la celebración de la hibridez cultural de la diáspora, también han sido influidas por las experiencias de clase obrera marginada y de minoría étnica de una población migrante que ha tenido que enfrentarse a desigualdades socioeconómicas y a la segregación y el discrimen racial. Aún puertorriqueños/as de los sectores más privilegiados no están exentos de los prejuicios raciales, el trato desigual, y la exclusión social, económica y política dirigidos hacia las poblaciones que no son blancas o de descendencia anglosajona, sino de otras razas, mezclas raciales y culturas. Durante el transcurso del nuevo milenio se ha acrecentado el activismo de individuos y agrupaciones que promueven la ideología de la supremacía blanca (white supremacy); situación que ha exacerbado la violencia y las tensiones raciales, y los conflictos políticos entre la población. Algunas de estas agrupaciones fueron responsables de la llamada “Capitol insurrection” (insurrección del capitolio), que invadió los pasillos y las cámaras de representantes y el senado del Congreso de Estados Unidos, el 6 de enero de 2021, tratando de impedir la certificación final de las elecciones presidenciales del 2020 y rechazar sus resultados. La sublevación violenta causó cinco muertes y la hospitalización de ciento cuarenta personas, además de actos de vandalismo en el interior del Congreso. El aumento de los actos de violencia en Estados Unidos hacia la llamada población de color y sus diversos grupos etnoraciales han puesto en duda el futuro de los principios y valores democráticos históricamente promulgados por la constitución y la carta de derechos de esta nación, y subrayan la importancia de visualizar e imaginar cómo restaurarlos y renovarlos.

Aunque prevalece un fuerte sentido de nacionalidad puertorriqueña entre los miembros de la diáspora, a menudo éstos también se autoidentifican o son identificados como residentes de un estado o región (por ejemplo, “Nuyoricans,” “Orlandoricans”) o parte de la diáspora puertorriqueña (“Diasporicans”); o simplemente como boricuas o puertorriqueños/as. El término Neo-Ricans o neorriqueños también fue usado por algún tiempo en la década de 1970. En general, la producción artística y literaria de nuestras comunidades de la diáspora se ha prestado para diferentes tratamientos del tema de las identidades de la diáspora puertorriqueña, sus conexiones con la Isla, y su contacto y relación con la sociedad estadounidense. La convivencia del inglés con el español, junto a la mezcla de ambos idiomas (Spanglish) y el cambio de código lingüísticos o alternancia del español y el inglés (code switching) por parte de los hablantes bilingües, además de la mixtura de lo puertorriqueño/latino y lo anglosajón, y de influencias de la cultura afroamericana y el contacto con otras culturas dentro y fuera de sus comunidades, han creado un nuevo espacio de hibridez cultural y lingüística, de navegar entre culturas, además de nuevas manifestaciones de lo que significa ser puertorriqueño/a o tener un sentido de la puertorriqueñidad (Puertoricanness). Estas definiciones y autoidentificaciones no son necesariamente idénticas a las que comparte la población puertorriqueña de la Isla.

A menudo Estados Unidos se define como “una nación de inmigrantes” y, por consiguiente, es también “una nación multiracial”. No hay duda que durante el curso de casi dos siglos y medio de su historia como nación, personas de diversas nacionalidades y razas han contribuido y continúan contribuyendo con su trabajo, esfuerzos, y creatividad a la sociedad estadounidense. Desde el comienzo de la presencia puertorriqueña y su participación ciudadana en Estados Unidos a mediados del siglo XIX, esta población ha aportado al desarrollo de la nación y de sus propias comunidades. Ha forjado, además, su propio legado histórico y cultural. Desde la década de 1970 en adelante investigadores/as de la diáspora en Estados Unidos y en la Isla, así como miembros de las comunidades boricuas de la metrópoli, han participado en el proceso de desenterrar, rescatar, estudiar, y dar a conocer ese legado. Asimismo, un gran segmento de la población de la diáspora ha mantenido sus vínculos con la Isla, aportando notablemente a su desarrollo económico, político y cultural y, a su vez, reafirmando su sentido de puertorriqueñidad dentro del contexto de la sociedad estadounidense.

Referencias:

Acosta-Belén, Edna y Carlos E. Santiago. “Puerto Ricans in the United States: A Contemporary Portrait”. Boulder, CO: Lynne Rienner Publishers, 2018.

Meléndez, Edwin y Carlos Vargas-Ramos. “Puerto Ricans at the Dawn of the New Millennium”. New York: Center for Puerto Rican Studies, 2014.

Meléndez, Edgardo. “PATRIA: Puerto Rican Revolutionary Exiles in Late Nineteenth Century New York”. New York: Centro Press, 2020.

Ojeda-Reyes, Félix. “Peregrinos de la libertad”. San Juan: Instituto de Estudios del Caribe,UPR, 1992.

Sánchez Korrol, Virginia. “From Colonia to Community: The History of Puerto Rican in New York City”. Berkeley: University of California Press, 1994.

Torres, Andrés y José E. Velázquez, editores. “The Puerto Rican Movement: Voices of the Diaspora”. Philadelphia: Temple University Press, 1998.

United States Census Bureau. www.census.gov/data.html).

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